Un migrante cubano y su esposa rusa viven en situación de calle en Trinidad y Tobago, país al que llegaron tras varios motivos, entre ellos, la guerra en Ucrania, después de que militares en la nación euroasiática amenazaran al antillano con reclutarlo.
En octubre pasado, la pareja de Carlos Jiménez y Daria se fue a Cuba, a casa de los padres del joven, en el barrio de La Villa Panamericana, en La Habana. Una discusión molestó al padre de Carlos, quien presentó una denuncia ante la Dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería (DIIE), provocando que fueran amenazados y acosados por funcionarios del ente gubernamental al punto de que Daria fuese declarada controlada con expediente abierto y obligada a abandonar Cuba.
Entonces compraron boleto aéreo con destino a Granada con escala en Trinidad y Tobago, donde decidieron quedarse. Pero la situación en Puerto España ha sido lamentable para ellos, uno de los pocos países de la región de las Américas sin una legislación nacional sobre el asilo.
“Cada día hay que luchar por la vida porque este país es muy peligroso, sobre todo, cuando tienes que dormir en la calle y encarar la criminalidad”, dijo Carlos a Martí Noticias. Según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en 2022, un total de 3123 extranjeros solicitaron protección como refugiados en Trinidad y Tobago, la mayoría de Venezuela, Cuba y Jamaica.
“Cualquier mensaje que envío a ACNUR, la respuesta que recibo es copia y pega de un texto ya elaborado de su sitio web, y eso, cuando se digna a responder’’, dijo el joven, que, al igual que su esposa, cuenta con carné de solicitantes de protección concedido por ACNUR desde que llegaron a ese país en abril.
“Seguimos estando en peligro de deportación y, en nuestro caso, que nos envíen a países distintos; a mí para Cuba y a Daria para Rusia. Si trabajamos, o simplemente por estar en la calle como indigentes, corremos ese riesgo”, señaló Carlos.
“Estamos vivos, pero nos sentimos medio muertos. Somos seres humanos. También tenemos derechos y las credenciales de refugiados y estamos bajo la protección de ACNUR”, dijo la esposa, Daria.
La pareja vivía en Kushelevskaya Doroga, San Petersburgo, Rusia, pero militares rusos amenazaron con reclutar a Carlos y enviarlo al frente en Ucrania. Ante el riesgo, en octubre pasado el cubano regresó a la isla con su esposa, a casa de sus padres, sin imaginar las complicaciones que vendrían.
“Tengo miedo al futuro, vivo bajo tensión y deprimida. ¿Si estas organizaciones, que son las que deben sacarnos de aquí, no lo han hecho, quién lo hará entonces?”, cuestionó Daria. La semana pasada, la pareja sufrió un atraco cuando caminaban por una de las calles de Puerto España en pleno día.
“Eran tres, dos con armas blanca y uno con pistola. Me quitaron el poco efectivo que tenía y me empujaron. Yo en todo momento traté de proteger a Daria. Empecé a gritar y el de la pistola con la culata me pegó en la cara antes de marcharse”, evocó el cubano.